Misión Verde es una iniciativa conjunta de la Asociación Guardianes del Ambiente (A.Gu.A) y de un Equipo de Trabajo conformado por Estudiantes de la Licenciatura en Gestión Ambiental Urbana (UNLa). Nuestro propósito es construir nuevos valores, utilizando a la Educación Ambiental como camino para lograr un cambio de actitudes en las personas. Se desea que primero se realice a nivel personal y luego con aquellos que los rodean, de esta manera el cambio de actitud de un solo individuo imprimirá un cambio en el destino de una nación y, más aun, en el destino de toda la humanidad.
Aspiramos a crear sensibilidad, valores y actitudes para que los individuos,
con actitud critica y reflexiva sobre las relaciones hombre-naturaleza, puedan transformar el medio para su bienestar sin poner en peligro el bienestar de futuras generaciones y la vida sobre el planeta.

lunes, 1 de agosto de 2011

CRÓNICAS AMBIENTALES; DE AMORES Y DE SOMBRAS... (PARTE II) LUIS ALBERTO CERVERA NOVO

DE AMORES Y DE SOMBRAS... (PARTE II)
Por gestos de amor y de sombras, la población mundial supera los 6000 millones de habitantes; las sombras de este amor propician que la mitad de estos viva en condiciones precarias, mil doscientos millones no tienen acceso al agua potable y ochocientos cuarenta millones sufren de desnutrición y peso inferior al normal.
Paralelamente la economía mundial construye su riqueza sobre la base del petróleo, el despilfarro del agua y la contaminación del aire para producir bienes de poca duración, escaso reciclado y excelentes ganancias.
El consumo del mundo industrializado es tan loco e insostenible que genera sociedades donde la obesidad y el colesterol es el factor de riesgo de vida más importante.
El medio de transporte principal es el automóvil transformándose en el mayor causante de muertes por accidentes; en nuestro país son casi diez por día las victimas. Todo ello concentrado en grandes megaciudades donde la polución y la degradación ambiental transforman el aire y la vida en irrespirable.
Las proyecciones de crecimiento poblacional, indican que en este siglo se puede alcanzar los 10.000 millones de habitantes ¿qué ocurriría si extendiésemos ese estilo de vida a todo el mundo? 
En EE.UU. hay un auto cada dos personas. En el resto del planeta hay 500 millones de automóviles; de instalar esta modalidad al resto del mundo, superaríamos los 3000 millones de vehículos.
Multipliquemos por esa cifra la demanda de tierras para autopistas, calles y estacionamientos, como así también el consumo de petróleo y sus derivados, ya hoy generador de guerras e invasiones a países poseedores de este escaso recurso no renovable.
Toda esta enorme demanda de espacio se tendrá que hacer a costa de tierras de labranzas que nos provee de frutas y cereales, de bosques que nos aseguran oxígeno y regulan el clima y pastizales para el ganado que consumimos.
Si igualáramos la dieta estadounidense a todos los habitantes de la tierra, colesterol incluido, se requeriría la cosecha de cuatro planetas. Sumemos a ello el desarrollo de megaciudades y su impacto ambiental.
El consumo actual de combustibles fósiles - petróleo, carbón - y esta economía de derroche, generan el aumento del dióxido de carbono (CO2) que, en constante crecimiento desde el inicio de la revolución industrial (1860), es el principal componente del efecto invernadero. Las consecuencias ya se expresan con los disturbios climáticos como tormentas, inundaciones, temperaturas extremas y la lenta fusión de los casquetes polares que elevarán el nivel del mar, ocupando zonas costeras en las que habita el 70% de la humanidad.
En definitiva, el planeta no resiste el ritmo de consumo de los países industrializados. Mucho menos su proyección al tercer mundo. 
Esto nos plantea el interrogante de cómo seguir. Algunas voces hablan de parar el crecimiento, pero no dicen cómo mejorar la vida de la otra mitad del globo. Otros creen que el crecimiento de por sí traerá las soluciones; idea dominante en el siglo XX, que hoy está más cerca del error que del acierto. 
Otros creemos que se puede y se debe desarrollar una economía ambientalmente sostenible que parte de no consumir más allá de la capacidad de reproducción de la pesca, el ganado, el bosque, de la recarga de los acuíferos o las emisiones de carbono sin superar la capacidad de la naturaleza para fijar el CO2 atmosférico.
¿Cómo hacerlo?, modificando la matriz energética, desarrollando la energía solar y eólica. Estos recursos son inagotables y no contaminan permitiendo producir hidrógeno en cantidades suficientes para motorizar una economía que se basará en el reciclado y el consumo mínimo de materias primas.
Perfeccionando los sistemas de riego la agricultura logrará reducir drásticamente el consumo de agua. No es aceptable que aún hoy se utilicen mil toneladas de agua para obtener una tonelada de trigo. 
El transporte debería ser a través de medios masivos: ómnibus, ferrocarriles y bicicletas. Imaginemos, aunque nos cueste, un mundo de bicicletas, con trenes y ómnibus solares; les aseguro que no sólo es mucho más agradable y seguro que las actuales congestiones y accidentes de tránsito, sino que es la única posibilidad de sobrevivir al mundo que se viene. En definitiva, una economía ambientalmente sostenible es la que podrá crear premisas para que en este siglo el sol siga saliendo, y en esta oportunidad, lo haga para todos.

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